Saltear al contenido principal

Getsemaní

INTRODUCCIÓN

Este pasaje se desarrolla en el huerto de Getsemaní. Un huerto privado en el monte de los Olivos que el dueño puso a disposición del Señor Jesús para que se apartara del bullicio de las multitudes y pudiera orar.

El ministerio está lleno de personas anónimas que trabajan para el Señor. Seguramente ninguna de ellas quedará sin recompensa el día que nos presentemos ante el tribunal de Cristo. ¡Qué bendición!

Marcos nos dice en el v.32 que al llegar al huerto de Getsemaní, el Señor ordenó a nueve de sus discípulos que se quedaran, probablemente, cerca de la entrada; mientras Él se internaba más profundamente en el huerto, con su círculo privado (Pedro, Juan y Jacobo). No necesariamente debido a que necesitaba compañía sino debido a que ellos necesitaban instrucción. Ellos eran los líderes del grupo apostólico. Así que ellos trasmitirían  la enseñanza a los demás apóstoles.

El Señor escogió ese lugar para derramar su corazón en oración delante de Dios. La palabra Getsemaní significa prensa de aceite. Allí se cultivaban y se trituraban las olivas, de las cuales se extrae aceite. Allí sería triturada el alma humana de nuestro amado Salvador ante la perspectiva del sufrimiento del Calvario.

I. UNA AGONÍA SIN PAR.

El Señor tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan y comenzó a llenarse de horror y de angustia. Estas palabras transmiten la idea de ese tipo de terror repentino que nos abruma  ante la contemplación de algo terriblemente espantoso, terriblemente doloroso.

La palabra griega que Marcos usa, sugiere que el Señor estaba rodeado por la tristeza de la muerte. Su vida física estaba en peligro. Su cuerpo estaba a punto de colapsar a causa de la tristeza. Sin exagerar, Cristo hubiera muerto en Getsemaní sino hubiera sido por la intervención de Dios. Lucas dice que Dios le envió un ángel para fortalecerlo. No para consolarlo. No para aliviar su sufrimiento sino para fortalecerlo físicamente debido a que le esperaba una angustia mayor.

Después que vino el ángel su sudor era gruesas gotas de sangre  que caían a tierra, debido a Su agonía. Médicamente se conoce como hematidrosis. Cuando la tensión alcanza un nivel tan alto que los vasos capilares se revientan y se mezcla la sangre con el sudor. Los evangelistas no ahorran palabras para que nosotros entendamos el sufrimiento del Señor en Getsemaní.

En la historia encontramos hombres y mujeres que se enfrentan a la muerte con un coraje y una quietud extraordinarios. Incluyendo muchos mártires cristianos. ¿Acaso estos hombres eran más valientes que el Señor? Afirmativamente No. El Señor estaba enfrentando algo que nadie ha enfrentado jamás.

II. UNA SÚPLICA INTENSA

No sabemos con exactitud cuánto tiempo pasó el Señor en oración. No obstante, si sabemos la esencia de Su petición: no quería pasar por la experiencia de tener que tomar en contenido de esa copa.

En el AT la copa es una metáfora de la ira de Dios sobre el pecado del hombre. Isaías 51:22 se refiere a esa copa como el cáliz de Su furor. Nadie puede entender el amor de Dios si no entiende Su justicia.

No fue la expectativa del sufrimiento físico en la cruz, lo que llenó de horror y de espanto el alma humana del Señor, sino de saber en breve cargaría con el peso de toda la ira santa de Dios. Toda la ira que nosotros hemos acumulado a lo largo de los siglos. El Señor Jesús iba experimentar el abandono de Su padre. La ruptura de esa comunión que disfrutó desde siempre al hacerse pecado y maldición por nuestra culpa. Al que no conoció pecado por nosotros Dios lo hizo pecado (1 Co. 5:21)  Cada desobediencia, cada blasfemia, cada motivación equivocada, cada pensamiento pecaminosos; de todos aquellos que Él vino a salvar serían descargados sobre Él en la cruz del calvario. Literalmente, sufriría miles de infiernos en la cruz. El infierno que todos nosotros merecemos por nuestros pecados, lo sufriría el Señor en unas horas.

Fue triturado en Getsemaní. O como dice Isaías, fue molido por nuestros pecados (Isaías 53:5), por una ira sin misericordia para ser posible que los creyentes pudiéramos disfrutar de una misericordia sin ira.

III. ¿CÓMO ORÓ EL SEÑOR?

Con gran clamor y lágrimas, con gemidos audibles, el Señor Jesús suplica: Padre, pasa de mí esta copa si es posible. El alma rota del Señor, en mil pedazos, está buscando otra alternativa para cumplir la misión que se le ha encomendado. No quiere tomar la copa. Aunque sea sorprendente, John Mc Artur dice: no deberíamos esperar otra cosa de un alma tan pura como la de Él. Esta es la única respuesta posible de una persona santa ante la idea de tener que llevar el pecado, la culpa y el juicio. Esta es la respuesta más aceptable, más normal, más esperada. Nosotros no tenemos un odio perfecto por el pecado pero Él si lo tiene. Todo su ser sentía repulsión ante el pensamiento de la iniquidad. Es demasiado puro para mirar aquellas cosas que son pecaminosas. Ni siquiera puede contemplarlas. (Habacuc 1:13) No es de extrañar entonces que en ese momento Él llegará casi al punto de la muerte y un ángel tendrá que venir y rescatarlo de alguna manera.

Abba Padre. Es un término tan afectuoso que ningún judío usa esa expresión para hablar con Dios. Es como decir: Papito mío.

En teoría, para Dios todas las cosas son posibles. No obstante, la petición del Señor Jesús como hombre, no era posible. Para que Dios pudiera mostrarnos su misericordia, sin pasar por alto Su justicia, el Hijo de Dios tenía que sufrir el castigo que todos nosotros merecemos por nuestros pecados. No había otra manera. Si el Señor no hubiera tomado esa copa de ira, hasta la última gota, el cielo se hubiera quedado vacío y el infierno lleno a reventar. Porque entonces, esa copa de ira me la hubiera tenido que tomar yo y la hubieras tenido que tomar tú.

Hay que estar eternamente agradecidos por el final de esa oración: no lo que yo quiero, sino lo que tú. En Getsemaní, la voluntad humana del Señor quedó en armonía con la voluntad de Dios. Bajo ninguna circunstancia el Señor Jesús abortaría la misión que le fue encomendada. Por el amor que tiene por Su Padre y por el amor que tiene por todos aquellos que Él vino a salvar.

Hay otra gran lección. La voluntad de Dios es perfecta, la nuestra no lo es. De manera que al venir delante de Dios en oración no lo hacemos para torcer Su voluntad sino para alinear nuestra voluntad a Su voluntad.

Nuestro Señor derramó Su corazón, en la presencia de Dios, y Su oración fue contestada al recibir de Dios la fortaleza necesaria para continuar en el camino de la obediencia, por doloroso que fuera. También le levantó de los muertos para no ver muerte nunca más.

Cuando oremos, debemos ir con esa actitud. Cuando veamos lo que nos espera y sintamos pavor, recuerde que Dios es más sabio que nosotros. Oremos para que se haga la voluntad de Dios, no la nuestra.

IV. EN MEDIO DE SU AGONÍA, EL SEÑOR ESTABA PREOCUPADO POR SUS DISCÍPULOS

En Su hora de mayor angustia y aflicción el Señor Jesús está preocupado por la condición espiritual de Sus discípulos, a tal punto que, detiene Su tiempo de oración y comunión con el Padre para advertirles que se mantuvieran alertas, que no bajaran la guardia. Lo hizo tres veces. No obstante, en vez de orar estaban dormidos.

Ya sé que era de madrugada y tuvieron día muy ajetreado con la preparación de la pascua y toda la carga emocional que significa descubrir que en medio de ellos había un traidor. Hay que ser un poco comprensivos con los discípulos, dadas las circunstancias.

Nunca ha habido ni habrá nadie más comprensivo que el Señor Jesús. Él entendía que ese no era el momento para dormir. No es una asunto de cansancio es una asunto de perspectiva. Una madre con un hijo enfermo hace lo imposible para cuidar a su hijo toda la noche. Lo mismo hace el soldado en el campo de batalla debido a que sabe que el menor descuido significa un balazo en la cabeza.

Lo que los discípulos necesitaban esa noche no era tratar de escapar a los problemas durmiendo. Necesitan orar y velar. Debido a que esos son los medios de Gracia que Dios nos ha provisto para pelear por nuestras batallas. Esta es una guerra que no se gana de pie, se gana de rodillas.

CONCLUSIÓN

Examine su corazón. Antes de buscar soluciones en las amistades, en el conocido; hay que orar y velar. Necesitamos depender constantemente del Espíritu de Dios.

El que no podía pecar está en oración. Los que están a punto de ser zarandeados por el diablo, están durmiendo. ¡Qué ironía! Esta ironía es para que nos examinemos a nosotros mismos.

Oremos a Dios, fervientemente, con todo el corazón, todos los días, para que el Señor nos ayude a no salirnos con la nuestra. Oremos para que nos libre de hacer nuestra voluntad. Oremos para hacer la voluntad de Dios por más dolorosa que parezca. Porque nunca hay un mejor camino que aquel por el que Dios nos está guiando por medio de Su palabra.

Ob. Josué Galván Bautista
Pastor IDP Colonia Díaz Ordaz, 
Ecatepec, Estado de México

Suplemento IDP   México   No. 14-2020 . Bimestre ENERO – FEBRERO 

Esta entrada tiene 0 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba
Buscar